He leído en algún lado que existen estudios científicos acerca de como los videojuegos y su uso prolongado aportan beneficios a nuestro cerebro. Como en otras ocasiones, el objetivo de este artículo no es elaborar un profundo tratado sino compartir experiencias vividas en carne propia.
La variedad de los juegos es muy alta y permiten simular y estimular en un entorno de laboratorio todo tipo de situaciones y casuísticas que en la vida real sería imposible vivir o, llegado el caso, repetir. En mi juventud fui especialmente aficionado a los juegos de aventuras (Monkey Island, Tomb Raider) y los de “primera persona” (Doom, Duke Nukem). Entre mi adiestramiento también se incluyen simuladores más o menos realistas (X-Wing), estrategia (si así se puede llamar a los lemmings) y el sempiterno Tetris.
Pero si algo me ha apasionado siempre son los juegos de conducción, desde un Test Drive que un vecino tenía en su Amiga a todos los tipos de conducción, inclusive el sangriento Carmageddon, que pude disfrutar en mi 386 (cuando pasé al pentium poco jugaba ya, Need for Speed y poco más).
Con todo este bagaje y mi carnet de conducir algo tendría que haber quedado en mi cabeza a la hora de enfrentarme al tráfico de Madrid, sí ese lugar donde no se ponen intermitentes para no dar pistas o donde el espacio para un cambio de carril es el equivalente a la longitud de tu vehículo más/menos un metro. Por lo pronto mi familia me apodó muy pronto como el “prisina”.
Cuando me siento al volante de mi coche mi cabeza se convierte en un eficiente sistema operativo multitarea donde existen diferentes procesos claramente diferenciados para mantener el coche en la carretera. Un grupo de neuronas se ocupa del comportamiento mecánico del vehículo: cambio, acelerador, freno y volante son controlados de manera tanto activa como pasiva.
Otro grupo de neuronas vigila el estado de la vía y posibles incidencias estáticas. Dentro de este grupo se incluyen las señales tráfico pero no los elementos móviles que existen en la vía.
De los peatones y vehículos en movimiento se ocupa un tercer grupo que, según circunstancias del tráfico, se divide en tres líneas independientes que se ocupan de peatones, vehículos que van por delante y espejos retrovisores respectivamente.
Como uno no puede estar a tres cosas a la vez, estos procesos se reparten el tiempo de atención según necesidad, por ejemplo, en ciudad, los peatones y el tráfico restante acaparan mayor atención que las cualidades mecánicas o las circunstancias de la vía.
¿Qué tiene esto que ver con los videojuegos? Todo y nada. Un jugador avezado es capaz de controlar una gran serie de parámetros de manera simultánea, de esta manera pueden controlar, por ejemplo, los movimientos del personaje de la videoaventura a la vez que controla que su nivel de energía no baje y que el armamento que acarrea sea el más adecuado, si le unimos los "enemigos" dispuestos a atacar a nuestro héroe detrás de cualquier esquina o por la espalda, pues tendremos un entorno hostil bastante parecido al de cualquier vía madrileña.
Ahora bien, puedes pensar que son bobadas y que no tiene nada que ver, vale, piénsalo mientras el "prisina" se desliza por el tráfico como si fuera agua. "Be water my friend"
Foto: El peque con un año a los mandos de un Toyota Highlander. Son los genes.
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2 comentarios:
Si algún día me paso al lado oscuro y me convierto en asesino-multiple-estilo-usa, que no pase nada... porque con lo que jugué al DOOM, Duke, Quake...
Habrá detectores de metales en el próximo eats&twitts. Voy tranquilo.
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