Poco a poco estamos recuperando los valores de sacrificio y esfuerzo. Ya no basta con hacer cosas, hay que hacerlas bien y trabajar al máximo para sacarlas adelante.
También estamos recuperando la innovación, no basta con hacer lo mismo una y otra vez, hay que encontrar nuevas formas de conseguirlo, mejorar procesos, escoger materias primas, buscar nuevas necesidades a resolver.
Y, algo que me reconforta especialmente, recuperamos la humildad. De un plumazo han desaparecido esos fanfarrones que, amparados en un negocio boyante, se dedicaban a restregarte sus ingresos y pelotazos conseguidos sin esfuerzo. Se acabaron esos albañiles con aires de grandeza (y BMWs tope de gama), los fontaneros perdonavidas (y sus teléfonos último modelo cada 6 meses), los pintores de brocha gorda sin manchas (con un equipo de obreros para el trabajo "sucio") o los encofradores haciendo gala de su falta de preparación y estudios.
Ojo, son ejemplos, no estoy crucificando a loables y necesarios gremios, quizás la culpa no era suya, simplemente la sociedad les había encumbrado a una posición que no les correspondía a una velocidad excesiva. Escalaron en el everest sin pasar por el campamento base. Pero llegó la crisis y a la misma velocidad de subida, cayeron al fondo.
Pero hoy no me quiero quedar con lo negativo de la crisis. Quiero lo positivo: innovación, trabajo y esfuerzo vuelven a ser moneda de cambio.
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