Al frente de la ligera tabla colocaría un intrépido y ágil joven que además fuese capaz de volver a subir a la tabla cada vez que el oleaje le arroje al agua tras deslizarse a gran velocidad en la cresta de la ola. Para capitanear el acorazado seleccionaremos a un experimentado marino, curtido en mil batallas que no ponga en riesgo la costosa embarcación y la numerosa tripulación con aventuras fuera de su alcance.

Y entonces aparece el acorazado que quería surfear. Lento y pesado, se encomienda a un esfuerzo supremo de su tripulación para convertirse en el rey de las olas ¿aguantarán los materiales de su estructura? ¿qué pasará si se escucha el grito de "¡Hombre al agua!"? ¿será demasiado alto el coste de su aventura? ¿Como hará frente el capitán a un motín de una tripulación que pensaba que se embarcaba en una aventura muy distinta?
De finalizar con éxito la aventura, pasará a la historia y muchos otros acorazados imitarán al pionero, de fracasar en su empeño tocará hacer leña del árbol caído y repetir hasta la saciedad que hay que saber estar en tu sitio y no pretender que un acorazado pueda surfear.
Foto: pertenece a Stan Shebs (fuente Wikipedia)
2 comentarios:
Sugerente entrada. Me gustan las metáforas, tal vez más la del surfista emprendedor que evoluciona como puede sobre las olas de la crisis.
Seguiré leyendo, con tu permiso.
Ya sabía yo que te iba a gustar...
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