Internet y los colegios

De la serie "Internet y..." que ya he utilizado con periodistas y políticos, toca ahora meter en cintura a la enseñanza primaria y secundaria.

Vivimos en la era Internet. En muy pocos años, este nuevo canal de comunicación que es la Red se ha filtrado gota a gota en nuestras vidas hasta impregnarlo todo. Un ejemplo vale, tal y como suele ser habitual, más que mil palabras, tan sólo hay que pensar en cuántas veces nos hemos hecho la pregunta de ¿cómo se hacía esto antes de que existiese Internet?

Pero, como en toda generalidad, existen excepciones que permanecen impasibles ante la revolución de Internet y cuyo destino camina jugando con el peligro de ser tachado de inmovilista y retrógrado o ser premiado por haber hecho valer la tradición y los valores de siempre.

Todo esto no pasaría de ser un divertido juego si no fuera porque el sector que estamos poniendo en tela de juicio es el sector educativo básico. La educación de nuestros hijos y las generaciones llamadas a dirigirnos en unos años camina actualmente en España muy lejos de la revolución de Internet que vive nuestra sociedad.

En los primeros años de nuestra vida, nuestro cerebro absorbe el conocimiento como una esponja y nuestro alma modela la personalidad del adulto que seremos en un futuro. Son años trepidantes donde aprendemos los valores y herramientas que nos permitirán sobrevivir en la sociedad.

Creo firmemente que permanecer alejados de Internet todos estos años no favorece el desarrollo de aquellas habilidades necesarias para la interactuación futura con la Red, y es precisamente el avance para cerrar ese gap actualmente abierto, donde faltan iniciativas para conseguir acercar el sector educativo de nivel básico, que todavía no utiliza todas las posibilidades que le puede proporcionar la tecnología e-bussines, al mundo Internet.

Se pretendería, a través de estas iniciativas, mostrar a dicho sector todos los beneficios del mundo Web como vehículo para facilitar y optimizar tareas y acercar al resto de colectivos, padres, alumnos, AMPAS, profesores... involucrados en el entorno.

Hace ya un tiempo, participé en la elaboración de un plan de negocio que cubriese esa falta de iniciativas con una oferta interesante, pero la falta de espíritu emprendedor de los involucrados en el plan, que surgió y fue premiado como ejercicio académico dentro de un Master, impidió plasmarlo en la realidad de entonces (año 2006).

Siempre nos quedará esa duda: ¿podía haber funcionado en la realidad? ¿Seguirá siendo válida esta reflexión durante mucho tiempo?

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